Este fue un libro que he querido leer desde que tenía 14 años. Por suerte, lo encontré en el centro comercial.

Rápidamente, fui hacia el estante, lo cogí antes de que nadie más lo viese y me lo traje a casa.

Cuando empecé a leerlo, la historia me iba gustando. Pensé que no me arrepentiría de haber comprado ese libro, pero la realidad no fue esa, sino más bien, fue uno de los errores más grandes de mi vida -quizá exagero-. La historia está muy bien contada, el libro no se hace para nada pesado, pero había una cosa que no me cuadraba; demasiada alusión a Dios para mi gusto. El protagonista va contando su historia sólo mencionando a Dios y al destino, y bueno, no es que yo sea una fan de las dos cosas. 

Trata de un joven andaluz que deja todo para perseguir su sueño. Un sueño que un día tuvo que lo hizo cruzar el estrecho y viajar hasta Egipto. El concepto de la historia si está muy bien. El escritor nos invita a perseguir nuestros sueños, deseos, y todo esto, nada más que escuchando nuestro corazón. Pero repito, demasiada alusión a la religión como para que sea de mi agrado, y me ha dado tanto coraje que no sé si hubiese lanzado el libro por la ventana a modo de arma arrojadiza al primer niñato que llamase al portero de mi casa para luego salir corriendo. 

Paulo Coelho se ha convertido en uno de mis autores que entran a la lista negra, así que podéis imaginar la que ha liado en mi cabeza para que pase esto. 

Creo que este es uno de esos libros que o bien te encantan, o te decepcionan y acabas aborreciendo al autor, hasta tal punto de no querer ver su nombre ni en pintura.