Pueblito bueno
Me crié en una aldea (todavía discutimos sobre qué tipo de diseminado es) que ahora tiene 44 habitantes. Allí pasé mis veranos, mis vacaciones, mis fines de semana, siempre estaba allí y a mí me gustaba.
En la casa de la aldea nos hemos criado mi hermano y yo, mi madre, mi abuela y sus hermanos, mi bisabuela y ya no he indagado más atrás en el tiempo porque si no me desmayaba.
Le tengo tanto cariño por la historia que encierra, pero sobre todo, por haber pasado allí mi infancia, porque me conozco la aldea con los ojos cerrados, porque sé cada camino, cada atajo, cada escondite de ese pequeño rincón del mundo.
Me he metido en el río, he cogido tortugas, he tenido cabras que me han comido el pelo (literalmente), gallos que nos han picado en alguna ocasión, gatos ariscos que arañaban y perros que nos seguían allí donde fuésemos. He encontrado junto con mis amigos, tesoros que para los adultos no valen nada, hemos hecho todas las trastadas posibles, pero no pasaba nada, estábamos en el campo.
En primavera todo era verde y el olor del azahar inundaba todo el aire que respirábamos, pronto empezarían los naranjos a dar unas pelotitas verdes que más tarde se convertirían en naranjas, porque sí, aquí casi todos vivimos de la narajna de una forma u otra.
Cuando era pequeña iba con mis amigas a buscar mandarinas, no teníamos que ir muy lejos puesto que el árbol que las daba más ricas estaba detrás de mi casa, en un camino que no es un camino sino una linde. Caminábamos justo por tierra de nadie, donde acababa lo de un dueño y empezaba lo de otro, y allí estaban; pequeñitas, brillantes, frescas y jugosas.
Las casas allí no eran importantes para la gente que vivía en la ciudad, y hoy todavía hay casas que están sin habitar desde que recuerdo, pero eso también es bonito a veces, te recuerda que el deterioro está ahí y que las cosas no duran eternamente.
Siempre quise un caballo, de hecho, todavía quiero un caballo, pero siempre he tenido que conformarme con los de los vecinos. Recuerdo la primera vez que subí en uno, lo hice sin silla de montar y recuerdo que fue uno de los momentos más incómodo físicamente que he pasado, es como si la columna del animal fuese a partirme en dos. Más tarde probé con silla de montar y fue una experiencia que no se olvida. Lo ves todo desde tan alto que crees que eres la reina del mundo, sobre todo si tienes diez años.
Pero lo mejor llegaba en verano; meses de diversión, de piscina y de ir lanzándose de cabeza hacia cualquier campo de trigo salvaje (o no) que encontrábamosa nuestro paso. Nos daba igual los bichos, nosotros nos revolcábamos como si el mundo fuese a acabarse y jamás pudiésemos disfrutar de momentos así.
La piscina era algo aparte, era como ser libre, pero libre de verdad. Me dejaba caer en el agua, expulsaba el aire haciendo enormes pompas y me dejaba caer al fondo hasta que mis pulmones ardían y me pedían a gritos salir a la superficie. Me sentías arropada por las pequeñas moléculas de agua que me acunaban en sus mojados brazos, y cuando salía, el aire llenaba mis pulmones haciéndome sentir más viva que nunca.
Y mi momento favorito por excelencia era la llegada del otoño; las chimeneas empezaban a alzar sus evanescentes brazos de humo, el pacano comenzaba a deshojar y mi padre hacía montones con las hojas para llevarlas a la huerta para que sirviesen de sustrato, pero yo cogía las hojas y las lanzaba. Si no tenía nieve, iba a tener hojas cayendo del cielo.
Cuando las pacanas caían éramos niños felices, teníamos frutos secos gratis, y los más ricos que he probado en la vida. ¿Queréis un poco?
El sitio del que os hablo se llama La Graja,un diseminado perteneciente a Palma del Río, en Córdoba y que a día de hoy, es mi lugar favorito en el mundo.
¿Cuál es el vuestro?
18 comentarios
Me encanta este post!!! me siento tan identificada!!! Alguna vez he habaldo de lo que ha significado para mi tener dos pueblos, uno es parecido a lo que cuentas aquí, no había más diversión que la libertad, el otro es más de rutinas, de sociedad y aún así sigue siendo encantador.
ResponderEliminarComo me ha gustado esta entrada María!!!
¡Muchísimas gracias Marta! La verdad es que quería volver a hablar de este sitio y gracias a ti recordé que estaba tardando :D
Eliminar¡Me ha encantado el post! Y me has traido muchos recuerdos. Yo no crecí en un pueblo, pero si veraneé en el de mi padre, y al llegar, era como tocar el cielo. Podías hacer lo que quisieras sin que tus padres fueran detrás, y eso, para alguien de ciudad, era la mayor de las libertades. Las amistades que se hacían en verano eran especiales, porque no importaba que el resto del año a penas hablaras con ellos, cuando volvías en Agosto nada había cambiado. Y aún recuerdo el mar de lágrimas que dejaba atrás cuando nos tocaba marcharnos y el coche se iba alejando del pueblo, era una auténtica locura que la gente que era de allí, nunca entendió. Ahora, hace ya unos 3 años que no voy, casi 4, desde que se murió mi abuela, y las cosas han cambiado, nosotros hemos crecido y nada es como antes, pero estoy convencida de que el día que vuelva (ojalá sea este verano), seguiré recordando cada esquina, y mis amigos, seguirán siendo los de siempre.
ResponderEliminar¡Un besazo!
Era tal la libertad del pueblo... La verdad es que las amigas que hice allí siguen siendo mis amigas, ya nos vemos poco, pero nunca nos hemos peleado. Por algo será :D
Eliminar¡Besotes!
Me ha encantado el post porque mi pueblo es también de mis cosas favoritas en el mundo. Mi pueblo además tiene casi 300 habitantes así que de pequeña jugaba con las chicas que más o menos eran de mi edad y ahora son mi grupo de amigas de siempre. Cuando estoy allí estoy siempre súper relajada así que siempre que quiero desconectar me voy a pasar el fin de semana y en verano siempre paso el mes de agosto allí también ^-^
ResponderEliminarMuá♥
Muchas gracias Cristina :D Nada como el pueblo para liberar estrés.
Eliminar¡Besotes!
Tengo que ir a tu pueblo sea como sea. A mí me pasa lo mismo pero con el sitio al que solía ir de vacaciones cuando era peque (que no se le puede llamar pueblo, pero a efectos prácticos le tengo el mismo cariño).
ResponderEliminarHe de decirte que me siento muy identificado con lo del caballo. Desde que era un enardo me han gustado los caballos, y cuando crecí un poco (a los 4 años, pero es que ya estaba dando guerra de antes con ellos) me pude subir a uno. Creo que fue la mejor experiencia de mi vida, de hecho seguí durante bastantes hasta competir como jinete. Hoy en día ya no practico y cada vez que veo un reportaje de caballos en la televisión te aseguro que lloro a lágrima viva.
Pues estás más que invitado :D Pero, ¿al grande o al pequeño? Este del que hablo es el pequeño.
EliminarNo conocía tu faceta de jinete, me acabas de dejar loquísima. ¡No llores por esas cosas! A menos que sea de alegría y emoción, si es por eso, llora todo lo que quieras <3
Eres una excelente fotógrafa, la verdad has sacado el lado atractivo del lugar y has hablado maravillas. Es tan lindo identificarse con otra ciudad/pueblo adempas del lugar nato. Mi lugar en el mundo, que lo siento cada vez que lo visito, es sin dudas Mar del Plata. Es que esa ciudad costera de Argentina me puede tanto, y siento que es mi lugar en el mundo, que siento como mi hogar y en donde no sería capaz de extrañar absolutamente nada de mi ciudad. La gente es diferente, obviamente tener la vista del mar, las construcciones en piedra de las casas (muy del medioevo como me gusta) la hacen la ciudad diferente al resto de las turísticas. En fin podría hablarte durante horas sobre ese lugar. Solo recalco que es increible tener tanta conexión con cosas como éstas.
ResponderEliminarFelicitaciones por el post y me quedo por aquí a ver que nos traes luego.
Un beso y que tengas una buena semana ^^
¡Hala! ¡Muchísimas gracias! En el fondo todos tenemos un lugar así que nos llena y que nos satisface en todos los sentidos, el saber que es un lugar que siempre estará ahí creo que nos da un poco de seguridad y ganas de ir todo el tiempo :)
Eliminar¡Un beso!
He descubierto este post (y blog por casualidad) pero me ha traído recuerdos de mi niñez, cuando en verano, en las fiestas y cuando se podía, nos escapábamos al pueblo. Allí también viví momentos preciosos y hoy sigo escapándome cuando necesito otros aires. Enhorabuena por el texto, es mágico.
ResponderEliminarMuchas gracias Bea :) Me alegra que te haya gustado y sobre todo, que te haya recordado tu infancia.
EliminarPacanas!!!! ERES CALPURNIA TATE!!!! >.<
ResponderEliminarAish! Qué fotos más preciosas <3 siempre te lo he dicho. Me encantan todas tus fotos. La sensibilidad, la luz... TODO.
¿SAbes? De pequeña siempre quise un pueblo. Para mí era como el paraíso para los niños donde los padres dejaban que te pasaras la tarde fuera correteando por ahí sin vigilancia. Yo soy niña de ciudad :( y cómo me arrepiento. La envidia que me daba cuando mis amigas se iban los findes o las fiestas al pueblo... era como lo más maravilloso del mundo y siempre que podía me acoplaba.
Suertuda
¡¡SÍ!! ERA COMO "OH DIOS MÍO, SOY YO". Por eso me ha gustado tanto, Calpurnia me recuerda tantísimo a mí de pequeña <3
EliminarMuchísimas gracias preciosa, por lo de las fotos digo, me alegra que te gusten, con que le gusten a alguien ya han servido de algo :D
Oye, que estás invitada a mi pueblo siempre que quieras, hay piscina, barbacoa y pacanas :D
Qué bonito, me hubiera gustado vivir en un lugar así. Aunque tuve mi dosis de naturaleza en forma de jardín, no es lo mismo que un pueblo rodeado de campo donde vivir aventuras.
ResponderEliminarBesos.
¡Gracias! Un jardín siempre ha sido mi sueño, uno enorme lleno de flores de colores <3
Eliminar¡Besos!
Buah, me vas a perdonar que lo diga de esta forma pero.... vaya puta pasada de fotos. Son preciosas, y la entrada es muy bonita. Me ha recordado a mi propia infancia, no sé, a muchas cosas. Es, general, una entrada preciosa, en serio @_@
ResponderEliminar¡Nada que perdonar! Al contrario, muchísimas gracias <3
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